Domingo en el mercado

Este fin de semana hubo un mercado internacional en Tübingen. Desde el viernes por la tarde hasta el domingo por la tarde el casco antiguo de la ciudad se llenó de puestos con toldos de muchos colores. Durante el mes de septiembre me quedé, de forma provisional, en un piso en pleno centro de Tübingen, por lo que tenía una situación privilegiada para disfrutar del mercado. Tanto el sábado como el domingo, lo primero que hice tras levantarme fue abrir la ventana; a veces se escuchaba alguien cantando música acompañado solo por una guitarra, y otras llegaba hasta la habitación el olor de unas crêpes o de pasta recién hecha. Aunque tenía examen el lunes, aprovechando el buen tiempo que hacía cogí mi cámara y salí a disfrutar de la ciudad, antes de que empezara lo serio. 



Un poco cansada de tanta gente, continué caminando por callejuelas adoquinadas, estrechas y retorcidas que subían y bajaban, hasta que llegué a una plaza muy tranquila donde la gente paseaba, los mayores se sentaban en los bancos a charlar, los niños jugaban y los turistas como yo sacaban fotos a todo como si nunca antes hubiéramos visto un árbol, una casa o un banco. Me encontraba en ese momento -aunque yo todavía no lo sabía- entre un edificio llamado die Bourse y Hölderlimturm, la casa del escritor alemán Hölderlim. Desde ahí se puede ver un poco del río Neckar y el paseo llamado Platane Allée, que en realidad es una isla alargada, paralela al Neckar, totalmente peatonal a la que se  puede acceder por sendos puentes en cada uno de sus extremos. 

Atravesando la plaza me encontré de nuevo en una zona conocida. Al parecer, había caminado en círculo y estaba muy cerca de casa otra vez. Lo que en un día normal me hubiera llevado dos minutos, ese día me llevó diez veces más, porque había tanta gente que era imposible avanzar y, cuando podía caminar un poco, veía un nuevo puesto con más cosas nuevas que curiosear -en su mayor parte comida internacional, francesa e italiana sobre todo. Al final no me resistí a cenar una Flammkuchen -una especie de pizza tradicional de la región- en uno de los puestos que había al pie de la Stiftkirche -podría decirse que es la "iglesia principal" de Tübingen.

Después de este paseo tan corto -porque en realidad fueron pocos metros- pero largo -porque caminé tan lentamente que me pasé horas en la calle-, me acordé del libro de alemán que había dejado abandonado unas horas antes y volví a estudiar un poco más, todavía con la ventana abierta.

Nada más salir del edificio, hacia la derecha me encontré un mimo a la puertas de Markplatz, la plaza del Ayuntamiento. Como casi todos los edificios antiguos aquí en Alemania, no están decorados como es habitual en Santiago, con grabados en la piedra y esculturas, sino que las paredes están pintadas con pintura de colores. En el medio de la plaza hay una famosa fuente que estaba rodeada de una multitud de puestos de flores y verduras de tantos colores que, aunque en condiciones normales domina la plaza, ese día daba la sensación de que la habían encogido por la noche.

Por fin instalada

Empieza hoy la última semana del curso de alemán, al igual que -espero- mi última semana de "adaptación". Ya estoy en mi casa nueva -la definitiva-, con mis nuevos compañeros de piso -los definitivos- que son -espero que definitivamente- muy simpáticos. 



Por fin tengo internet y espero poder escribir regularmente como hacía en Canada. Tübingen es una ciudad en la que, aunque no lo parezca a simple vista, existen muchos contrastes. En primer lugar, se encuentra gente muy conservadora, que vive en fraternidades, casas antiguas de aspecto señorial que se agrupan en una colina como si nos vigilaran a la plebe. Por otro lado, están los alternativos que viven en el medio del caos, grafitis y cerveza pero son felices. En el medio me encuentro yo, que soy una "friki" adicta a internet, como un pez fuera del agua. En las residencias no hay wifi, sino que para internet es necesario utilizar un cable. Además, todo funciona con papel: nada de matrículas electrónicas, etc. Para matricularse hay que ir a una oficina con un papel, allí te dan otro papel rosa y te cuñan el anterior. Luego hay que ir a pagar en mano, donde te dan otro papel. Finalmente, puedes ir a entregar esos papeles, rellenar algunos más y cuñar todo a otra oficina diferente. Por último, tienes que esperar a que te lleguen tres cartas diferentes: una con tus contraseñas para acceder a la wifi que hay en la biblioteca, otra con unos cartoncillos que sirven para los descuentos del transporte público, los deportes, etc. y otra con tu carnet de estudiante. Así que con tantas idas y venidas, y después de recordar como era eso de escribir con un bolígrafo, que después de este verano casi se me había olvidado, por fin estoy conectada con el mundo -mediante un cable amarillo, nada de tecnología inalámbrica.

Después de un mes frenético -muchas horas de clase, muchos deberes, alguna excursión y también un poquito de fiesta- el curso de alemán se acaba, así que tuvimos que escribir un texto sobre lo que nos había llamado la atención de Alemania, nuestra primera impresión cuando aterrizamos aquí. Hoy os pongo lo que escribí yo, en alemán y en castellano, por si os apetece comparar las dos lenguas. Que conste que no es que escriba genial, es que me lo corrigió la profesora antes de subirlo.


Zuerst schrieb ich eine ,,1”, weil alle Listen mit einer ,,1“ anfangen, aber ich wusste nicht, wie ich weiterschreiben konnte. Es war Freitag Nachmittag. Ich wollte die Unterschiede zwischen Deutschland und meinem Heimatland auflisten, aber die Wörter waren in Blaubeuren geblieben und wollten nicht zurück nach Tübingen kommen. Dann entschied ich eine Pause zu machen und spazieren zu gehen.  
Auf der Straße sah ich eine Ampel, an der es ein Schild gab, das sagte: ,,Wenn es rot ist, bleib stehen. Kinder müssen ausbildet werden.“ Ich dachte, dass es sehr komisch ist, Zeichen zu haben, um auf andere Zeichen aufzupassen. Danach erinnerte ich mich an meine Stadt, wo die Leute die Straße überqueren, wann sie wollen und die Autos parken, wo sie wollen. Deshalb sind die Straßen ganz chaotisch.
Ein bisschen später traf ich plötzlich einige Mitbewohner und wir gingen in eine Kneipe, um ein Bier zu trinken. In Spanien haben die Biere in die Kneipen eine ganz normale Größe, aber in Deutschland sind sie sehr groß. Wir sprachen eine lange Zeit. Im Deutschen kommt das Verb manchmal am Ende der Sätze. Deshalb muss man den ganzen Satz hören, um sie zu verstehen. Wenn ich Spanien spreche, kann ich die Sätze unvollständig lassen und man versteht mich trotzdem auf jeden Fall. Außerdem gestikuliere ich sehr viel. Die Deutschen machen dagegen nicht so viele Gesten, weil sie mit den Wörtern gestikulieren. Deshalb haben sie so viele Partikeln, die in verschiedenen Zusammenhängen benutzt werden und die ich oft nicht übersetzen kann - ich werde den Unterschied zwischen „Was machst du denn?“ und ,,Was machst du?“ nie verstehen.
Als wir unsere Biere getrunken hatten, musste ich in den Supermarkt gehen, um das Abendessen zu kaufen. In Deutschland gibt es sehr viele Brotsorten, und die Kuchen und die Süßigkeiten sind lecker. Dennoch gibt es keinen ,,jamón serrano“, man kann in den Restaurants keine ,,tapas“ bestellen und es gibt keine Schnellimbisse, wo man anrufen und von zu Hause eine ,,tortilla de patatas“ bestellen kann – wie ein Pizza Hut.
Am Ende des Nachmittags hatte ich sehr viel an mein Zuhause gedacht, darum fühlte ich mich ein bisschen melancholisch. Ich saß auf einer Bank in der Keltnerstraße. Plötzlich sah ich ein Zeichen des ,,Camino de Santiago“, ein Weg, der in meiner Stadt endet. Dann fühlte ich mich nicht mehr weit weg von Zuhause. Ich lief ruhig nach Hause – mein neues Tübinger „Zuhause“. Nachdem ich angekommen war, setzte  ich mich hin und schrieb.
Primero escribí un “1”, porque todas las listas empiezan con un “1”, pero no sabía cómo podía continuar. Era viernes por la tarde. Quería enumerar las diferencias entre Alemania y mi país, pero las palabras se habían quedado en Blaubeuren1 y no querían regresar a Tübingen. Entonces decidí hacer una pausa e ir a pasear un rato.
En la calle vi un semáforo en el que había una señal que decía: “cuando esté rojo, por favor no cruzar. Hay que dar ejemplo a los niños”. Pensé que era raro tener señales que indicaran que hay que hacerle caso a otras señales. Después me acordé de mi ciudad, donde la gente cruza la calle cuando quiere y los coches aparcan donde quieren, por lo que las calles son un poco caóticas. 
Un poco después me encontré de repente con mis compañeros de piso y fuimos a tomar una cerveza a un bar. En España las cervezas en los bares tienen un tamaño normal, pero en Alemania son enormes. Charlamos durante un largo rato. En alemán, los verbos a veces se colocan al final de las frases. Por eso, hay que escuchar las frases enteras para poder entenderlas. Cuando yo hablo español, puedo dejar la frase incompleta y se me entiende igualmente. Además, gesticulo mucho. Los alemanes, en cambio, no hacen gestos, porque pueden gesticular con las palabras. Por eso tienen tantas partículas con muchos usos diferentes que, a menudo, no puedo entender –nunca entenderé la diferencia entre “¿qué haces? Y ¿Qué haces ...? (aunque el profesor de alemán del instituto me explicó que es algo así como el “e logo” del gallego).
Cuando terminamos nuestras cervezas, tuve que ir al supermercado para comprar algo para cenar. En Alemania hay muchos tipos de pan, y los bizcochos y dulces están muy buenos. Sin embargo, no hay jamón serrano, ni restaurantes de tapas ni “teletortilla”.
Al final de la tarde había pensado demasiado en mi casa, por lo que me sentía un poco melancólica. Me senté en un banco en Keltnerstraße. De repente vi un cartel de camino de Santiago, un camino que termina en mi ciudad. Entonces ya no me sentí tan lejos de mi hogar. Caminé de vuelta a casa –mi nueva “casa” en Tübingen. Cuando llegué, me senté y escribir.
1 Blaubeuren es un pequeño pueblo que hay a una hora de Tübingen. Nos habían llevado de excursión allí justo esa semana.