Hay dos fiestas en mi ciudad. En pleno verano, en las fiestas del Apóstol, la ciudad está de fiesta durante siete días seguidos: espectáculos de luces y sonidos, música, turistas por todas partes, etc. Hasta quemamos la fachada de la Catedral. Su hermana pequeña es las fiestas de la Ascensión.
A mí, personalmente, me gustan más las fiestas de la Ascensión que las del Apóstol. Siempre que destaca un protagonista, tiene a alguien detrás -lo que viene siendo el segundón de toda la vida, vamos. Están Sherlock Holmes y Watson, Batman y Robin, el amigo feo, Ramón García y otro famoso que lo acompaña cada Nochevieja... Aunque el héroe sea el preferido delante de las cámaras, a mí siempre me parece más simpático el segundón; hay que reconocer que Sherlock Holmes está un poco pirado, Batman está obsesionado con buscarse problemas, el amigo guapo se lo tiene demasiado creído y Ramón García lleva puesta la misma capa desde hace años... Pues lo mismo pasa con las fiestas de Santiago.
Mientras que en el Apóstol hay una gran cantidad de turistas, con unos fuegos artificiales muy espectaculares y una orquesta con al menos dos estrellas más que la que viene en la Ascensión, yo siempre he preferido estas fiestas. Cuando llego a la Alameda, empiezo a oler a las garrapiñadas, se oyen las tómbolas, el tiroliroliroliro de los coches de choque, la noria (una versión pequeña) de colores, los bajos de la orquesta y en seguida sientes la obligación no escrita de hacer la ruta de todos los años: primero subimos hasta la noria, la miramos un poco desde abajo (subir no, que eso ya es forzar) y nos vamos a los coches de choque. Cuando la neurona ha dado tantas vueltas dentro de la cabeza que ya no distinguimos el cielo de la tierra bajamos hasta la orquesta, y después de un par de canciones ya no distinguimos las cosas que pensamos de las que realmente decimos en alto. Es entonces el momento justo de intentar ganar un pez en la tómbola. Este año tuvimos suerte; nos regalaron un cupón que pudimos cambiar por otros dos cupones, pero ninguno tenía regalo.
Cuando ya habíamos matado el gusanillo de las fiestas, unas garrapiñadas para reponer fuerzas, un poco de fiesta por el centro y a dormir durante -como mínimo- dos días para recuperar las horas de sueño perdidas. Me parece que este año voy a optar por despertar cuando venga el príncipe azul a buscarme. Eso sí, en esta ocasión quiero al héroe, no al paje gordito y bonachón.
Je, je.... este año falto el protagonista habitual de tus fiestas preferidas... "la lluvia"... es digno de mención. Haz pronto otra entrada.
ResponderEliminarEste año las fiestas estuvieron bien, también me gustan las garrapiñadas
ResponderEliminarmuy cierto lo de la lluvia xd
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