El síndrome post-erasmus

Un año -un año y 12 días, para ser exactos- después de subirme a un avión con destino Alemania acompañada de dos grandes maletas, una mochila y una gran bolsa de viaje, cerrar el año de Erasmus con una entrada en el blog parece que roza el ridículo. Me senté ante la página en blanco con la intención de hacer un resumen que explicara que la poca cantidad de entradas, de fotos y de visitas a casa se debe a la gran cantidad de experiencias y buenos momentos que he pasado. Sin embargo, después de media hora no había escrito una sola palabra, y no solamente por la falta de práctica -que también. ¿Por dónde empezar? 377 días -muchos buenos y otros no tan buenos- no caben en una entrada de blog, por muchos caracteres que tenga a mi disposición. Empezar por el principio no funcionaba -aquel día más de un año atrás pertenece en mi biografía al lejanísimo capítulo de “antes de Alemania”- así que empecé por el final.


Vaciar mi habitación alemana y decidir qué afortunados objetos mandaría por correo y cuáles se quedarían en Tübingen fue lo más parecido a una misión imposible a lo que me enfrenté desde que tengo memoria.  Sin embargo, al igual que un año no se puede encerrar en un post sin dejarse mucho en el tintero, tampoco se puede encerrar en un par de cajas sin dejar la mitad por el camino. Al final, utilizando el doble de cajas de lo que había planeado y abandonando el doble de cosas que hubiera querido, conseguí dejar la habitación vacía para el afortunado que la ocupará este año entrante -afortunado porque le han tocado unas maravillosas perchas multicolores BAGIS de IKEA que quedaron colgadas dentro del armario a modo de regalo de bienvenida. 

Las cajas llegaron a Santiago: todas, sanas y salvas, al igual que yo. Tardé demasiados días en deshacer el equipaje, pero todavía más en dejar de pensar, cada rato de cada día, en el año de Alemania. La peor parte de este “Síndrome post-erasmus”, sin embargo, se la llevó mi familia, que me escucharon hablar de todo lo que hacía en Alemania, por qué se hacía en Alemania, cuándo se hacía en Alemania, cómo se hacía en Alemania... Creo que por fin se me pasó la fiebre, aunque de vez en cuando siento leves recaídas y tengo que reprimirme para no volver a contar, por enésima vez, todo lo que se hacía en Alemania, por qué se hacía en Alemania, cuándo se hacía en Alemania, cómo se hacía en Alemania... 

Es un consuelo pensar que, aunque el capítulo “Erasmus” ya se acabó, aún me quedan muchas maletas por hacer y deshacer. De momento, siguiendo la recomendación de esta doctora -en formación- intentaré superar el Síndrome post-erasmus en grupo, visitando a todos los post-erasmus que, al igual que yo, cogerán el avión a la mínima oportunidad para volver a juntarnos y recordar viejos tiempos, cuando aún éramos unos mozalbetes que andaban por el mundo en pañales.

En Alemania, así es como se ponía el sol, porque en Alemania se ponía el sol todos los días pero nunca puede saberse si saldrá al día siguiente; en Alemania el sol se pone una o dos horas antes que en mi casa; en Alemania aprovechábamos para ir a caminar por el campo/monte antes de que se pusiera el sol...

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