El día 1 de julio es el día nacional de Canada. Tuve la suerte de que Susan
me invitó a ir con ella, así que viví el Canada day –Canada d’EH! según algunas
camisetas- como lo haría un auténtico canadiense.
Nada más levantarme, desayunamos unos huevos revueltos con pimientos sobre
unas gruesas tostadas de pan –confirmado: el famoso “desayuno inglés” no es
algo que se hayan inventado los hoteles para convencerte de que cojas el buffet
de desayuno. A continuación, el padre de Susan nos acercó en coche hasta el centro,
que estaba cortado a la circulación. Cámara en mano, empezamos a caminar y no
paramos hasta las 17:30 h, lo que allí es la hora de cenar. Fue una experiencia
increíble. La ciudad entera, tanto los edificios como las personas, y también
los perros, se visten de rojo y blanco con banderas de Canada.
Empezamos al lado del Parlamento, donde vimos el final del cambio de
guardia. Había tanta gente, que solo pude distinguir como los cómicos gorros
negros de los soldados ingleses eran sustituidos por unas gaitas escocesas de
telas violetas a cuadros. Intentamos seguir caminando, pero la calle estaba tan
abarrotada que, por momentos, nos quedábamos parados y nadie podía avanzar. En
las aceras había gente que vendía tatuajes, sombrillas y paraguas, banderillas
y banderas de Canada, pinturas para la cara… Enfrente del parlamento habían
montado un enorme escenario, en donde se intercalaban actuaciones de cantantes
famosos con discursos de personalidades. En el momento en que nosotros pasamos,
era el primer ministro el que estaba hablando. Parece ser que no tenía mucho
éxito porque, según me contaron, también solía ir la Reina y los Príncipes, así
que, a su lado, el primer ministro no era demasiado impresionante.
En esa misma calle, un poco más abajo, se encuentra el Château Laurier, uno de los hoteles más lujosos de Canada. Tiene habitaciones con vistas a la ciudad
y al río "Ottawa River", cuyo nombre, por si no os habéis dado cuenta, es muy original. El primer dueño del hotel murió en
el Titanic, antes de que fuera inaugurado. En la misma calle había toda clase de
malabaristas y otro tipo de actuaciones que se pueden resumir en “gente
haciendo cosas raras”. También nos
encontramos con unos chicos bailando break enfrente de una tienda, con un dj y
unos altavoces enormes; la verdad es que quedé impresionada con lo que podían
hacer. Enfrente había una competición de skate. Como el sol caía a plomo,
fuimos a un Tim Hortons, que es la versión nacional del Starbucks, y tomamos un
“ice capuccino”. Es, con mucho, el mejor refresco que he probado en toda mi
vida. La Coca Cola está bien para tomarse unas tapas en alguna terraza, pero
cuando parece que el cuerpo se derrite a causa del calor, no hay nada como un
ice capuccino bien fresquito, en uno de esos vasos con tapa en forma de iglú, y
a seguir pateando Ottawa. Cada poco se veían, también, dibujos en las aceras
pintados con tiza. Había espacios para niños, para aficionados y para
profesionales. Se pueden encontrar verdaderas obras de arte, pero es bastante
difícil sacarles fotos porque la gente tiene la curiosa costumbre de apoyar los
pies en el suelo para caminar.
Cuando parecía que la fiesta se había acabado y la calle se quedaba un poco
más vacía, giramos hacia la izquierda, hacia el mercado Byward. Es un sitio bonito,
con puestos de bisutería, ropa, fruta –por todas partes había frambuesas y arándanos
en unas cestitas monísimas- y “beaver tails”, unas pastas con forma de cola de castor. En ese momento no teníamos
hambre, así que pensamos en seguir paseando y volver luego a por ellas, pero finalmente no lo las probé, así que aún figuran en la lista
de tareas pendientes antes de volver a casa. Por encima de los puestos se veían
edificios que parecían del viejo oeste americano.
Volvimos a girar a la izquierda y nos encontramos en el parque que se
encuentra detrás del Parlamento. En él la gente se sentaba a tomar el sol, los niños participaban en talleres, los turistas curioseaban en los puestos de las diferentes regiones de Canada…
La gran atracción era un escenario montado en el que un grupo de inmigrantes recitaban un juramento para conseguir la nacionalidad y convertirse en canadienses de hecho.
Finalmente, todos juntos cantaron el himno.
Al final del parque se encuentra una plaza con una gran araña llamada Maman, la araña protectora. Existen
otras arañas parecidas de la misma artista, Louise Bourgeois, en otras ciudades del mundo. Cada una se
diferencia de las otras por el número de huevos que contienen. La plaza en la que se
encuentra esta araña gigante es la de la National Gallery de Canada, un edificio que, ya de por sí, es digno de ver,
con una fachada completamente hecha de cristal. Por la noche se ilumina con
luces de diferentes colores, de forma que se puede ver desde la otra orilla del río.
Al lado del museo hay un puente que comunica con la otra orilla del río. Esta otra parte de la ciudad ya no
es, en realidad, Ottawa, sino Gatinau, una pequeña ciudad que pertenece a Quebec. Sin
embargo, como parce que es lo mismo, a esta región, junto con Ottawa, la llaman
la Región de la Capital de Canada.
Al terminar el puente descansamos un poco en el jardín del Museo de las Civilizaciones y, cuando
nuestros pies se recuperaron, fuimos a verlo. Es el museo preferido de Susan y
de muchos niños y, cuando uno lo visita, entiende por qué. Siempre hay una
exposición sobre alguna cultura antigua, como la de la Antigua Grecia, Egipto,
Indonesia, etc. Cuando fui yo, el hall estaba presidido por unos gigantescos
tótems que recreaban la época de los Mayas.
Además, hay una exposición permanente que muestra la historia de Canada,
desde los primeros colonos a la actualidad. Es impresionante, porque
reconstruyeron un pueblo y, a medida que lo recorres y vas entrando en las
tiendas, las casas, las celdas para presos, etc. todo va cambiando en función de la época: la arquitectura, la
decoración, los objetos y las personas.
También tiene una zona para niños en la que hay diferentes talleres. Los
hermanos pequeños de Susan estaban allí ese día, porque por ser 1 de julio
había actividades especiales. Es habitual que el hall del edificio se alquile para bodas y fiestas de promoción de institutos.
Finalmente, volvimos a casa de Susan, donde cenamos, a las 18:00 h, una
barbacoa en el jardín. Después fuimos a ver los fuegos artificiales del día de
Canada. Fuimos bastante pronto, ya que empezaban a las 22:00 h y estuvimos
guardando un sitio, sentados en la orilla del río al lado del Museo de las
Civilizaciones durante 2 horas y media. Sin embargo, buena falta hizo, porque
empezó a llegar más y más gente, y finalmente no cabía un alfiler. Además,
fue bonito ver como la ciudad se iba iluminando a medida que la luz del sol
desaparecía. Finalmente, volvimos a casa, rendidos –y eso que solo eran las
23:30 h- pero contentos.
En-el-mundo-hay-de-todo #3: como en la región de Quebec la edad a la que se
puede empezar a beber es mayor, los chavales que viven en Gatinau cruzan el puente, beben en Ottawa y luego regresan.
Vaya fotos!!!! Vaya cámara!!! Vaya fotógrafa!!!! Que día inolvidable!!! Mil besazos!!!
ResponderEliminarUn buen comienzo para una estancia en Canadá.
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