Siempre que viajo al extranjero me pasa lo mismo: me bajo del mundo. La Tierra sigue girando, pero yo estoy tan concentrada en los edificios, monumentos y personas que se encuentran (como mucho) en 5 km a la redonda que me olvido de que, al margen de mis Mundos de Yupi, la gente sigue con sus vidas y los medios de comunicación siguen con sus noticias.
Este es el motivo de que me enterara tarde del desastre del huracán Sandy a su paso por Nueva York. Para aplacar un poco el cargo de conciencia, decidí leer un poco sobre el tema. Después de tres horas despegué la cara de la pantalla, al darme cuenta de que se había hecho de noche y no había encendido la luz. Como si acabara de despertar después de una enorme borrachera, intenté reconstruir las últimas horas de mi vida empezando por lo último que recordaba: encendí el ordenador, leí un par de artículos y, no se cómo ni en qué momento -prometo que lo más fuerte que había bebido fue una taza de té después de comer- terminé planeando -más bien imaginando- un viaje a Nueva York y, en particular, una visita a la Estatua de la Libertad, que abrió de nuevo al público tras un año de reparaciones el día 28 de este mes, justo 126 años después de su inauguración -que fue en 1886, para los alérgicos a las matemáticas.
Cambiando de continente, si hay algo que me sorprendió de los alemanes es que lo tienen todo tan planificado de antemano que por todas partes hay hojas con información sobre lo que te puedes encontrar y como tienes que reaccionar: en el cuarto de la lavadora, sobre qué hacer si se estropea; en el armario de la cocina, sobre distintas maneras de cuidar el medio ambiente; en el vestíbulo del hospital, sobre las líneas de autobuses que pasan por ahí, y hasta en los semáforos, sobre como utilizar los semáforos -en rojo, no cruce la calle. Ahora que lo pienso, lo verdaderamente sorprendente es que me sorprendiera que fueran tan organizados, -llegados a este punto convendría aclarar que, a juzgar por el tremendo lío de pensamientos que se agolpan en mi cabeza, estoy casi convencida de que la bolsita de té contenía algún ingrediente extra...
De modo que, con el objetivo de aprovechar lo mejor de cada casa, aquí está una "hoja-resumen alemana estilo Andrea" de uno de los símbolos de los EEUU:
Sé que, salvo que estéis planeando una visita a la ciudad que nunca duerme, habéis pasado a este párrafo sin leer detenidamente la letra -no os culpo, yo misma hace tiempo que dejé de leer los carteles que empapelan Tübingen y recurro a la táctica de la "extranjera que no se entera de nada" preguntando a cualquiera. Así que me he guardado para el final el dato impactante: la estatua se envió de Francia a América entre 1885 y 1886, lo cual quiere decir la escena de la película "La Vuelta al Mundo en 80 días" en la que los protas se pelean con el malo encima de la Estatua es totalmente inverosímil, ya que la historia transcurre en 1872. Si el guionista hubiera leído algún completo -y aburrido- resumen alemán, me hubiera ahorrado este tremendo disgusto. Pero ya se sabe que los artistas, los genios y los erasmus tenemos la cabeza llena de popurrí, polvo de tiza y serrín -respectivamente- así que propongo un trato: yo dejo de criticar si, a cambio, se me perdonan los errores que haya cometido y vaya a cometer en el futuro. Ahora, voy a prepararme un té y a ver Mary Poppins, a ver si descubro alguna nueva incongruencia que haga peligrar los pilares del mundo tal y como lo conocemos hoy en día.
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