03:26 a.m. Zulú. Individua con ojeras prominentes y pelos sospechosos (parece Andrea, pero en ese estado es difícil de confirmar) escribe frenéticamente en el ordenador como si estuviese loca. Espero no estar loca todavía, aunque a estas horas no respondo totalmente de mis actos –ni de mis palabras, pero intentaré combinarlas de tal modo que tengan sentido cuando me despierte dentro de unas horas, si es que en algún momento llego a conciliar el sueño.
Erasmus. “Duerme bien”
descansa, humeante, en meine tasse favorita, una de las primeras cosas que
meteré en mi maleta para irme a Deutschland. No he recibido novedades
por parte de la Universidad de Tübingen con respecto a mi acuerdo académico. Sin embargo, sí
que me han confirmado la reserva de plaza en el curso de alemán de cinco
semanas previo al inicio de las clases. Así que, al menos, ya sé que tengo que estar
instalada el día 1 de septiembre, aunque el año académico propiamente dicho no empiece hasta el 15 de
octubre. Si por mí fuera, ahora mismo empaquetaba mis cosas y me iba, empezando por mi "Taza de la Vaquita", llamada así no porque tenga una vaca pintada, sino porque tiene dos -supongo que le puse el nombre en otra noche de lucidez como la que estoy pasando hoy-.
Billetes. Estoy tan
cansada que casi apoyo la “Taza de la Vaquita”, en un sobre que tengo a mi lado
en la mesa, y que recogí este jueves pasado de la agencia de viajes. Como me
despiste, seguiré volando a Canadá en clase turista, pero mi flight ticket tendrá un aroma
a poleo-menta inigualable, en comparación con los insulsos billetes first-class. Saldré
el día 31 de Vigo, haré escala en París de la France y de allí a Montreal
directamente. Son muchas horas de vuelo, por lo que intenté convencer a Air France para hacer una parada a unos mil kilómetros de la costa. En lugar de ello, me prometieron que acelerarían más de lo normal, así que salgo de París a las 14:00 y piso suelo canadiense a las 16:00. Y de regreso, exactamente igual, pero en sentido contrario -además, como tengo que recuperar las horas que gané a la ida, pierdo casi un día entero en el vuelo. Otro día, cuando yo misma lo comprenda, os hablaré de los cambios horarios, pero hoy ya tengo suficiente con mi particular jet lag.
“Duerme bien” se ha
enfriado. Voy a darle una oportunidad, pero me temo que una sola dosis no
acabará con mi neurona que, aunque solitaria, tiene más marcha que un guiri en
Mallorca. Os pondría una canción, pero no quiero despertaros. Gute Nacht!