Ya se sabe que el desayuno es la comida más importante del día y, como os conté el fin de semana pasado, aquí se lo toman en serio y desayunan tanto que luego no les hace falta comer. Así que siguiendo el ejemplo local, el domingo nos despertamos y fuimos a tomar un brunch en un sitio muy agradable que quedaba justo enfrente del albergue. Después de un huevo con espinacas y crema holandesa, tostadas con mantequilla y mermelada, un zumito de naranja recién exprimido y un poco de fruta, nos levantamos a regañadientes de la mesa y abandonamos la terraza en la que disfrutamos de este suculento banquete.
A tan solo cinco minutos a pie quedaba la parada del autobús que nos llevaría a nuestra siguiente -y última- excursión en Quebec city: las cataratas Montmorency. Se tarda aproximadamente 40 minutos en llegar desde el centro de la ciudad en el bus urbano. Aunque no son tan conocidas, son 30 m. más altas que las catacataratas de Niágara, con un total de 83 m. de altura. Existen escaleras para subir y bajar semejantes alturas pero también hay un funicular para subir.
Cuando bajas del autobús, te encuentras en una calle residencial, con casas familiares a los lados y una gasolinera enfrente. Existe un camino de tierra que se entierra entre los árboles y, recorriéndolo, se escucha un río a la izquierda, aunque no se puede ver nada porque la vegetación es muy espesa. De repente, te encuentras al lado de un puente, los árboles desaparecen y delante de ti solo está el gran Río Montmorency que cae formando una pesada cortina de agua. Es impactante porque, sin esperarlo, el sonido del río se convierte en un fuerte estruendo. Cruzando el puente, se llega a un parque y, nuevamente, cuando el camino hace un giro, de pronto dejas de escuchar las cataratas y te encuentras en un pacífico silencio. Bajamos por las escaleras y luego volvimos a subir. Es impresionante como la propia caída del agua genera un viento que amenaza con llevarte volando si no te agarras bien a la barandilla.
Aunque hacía un día estupendo para dar un paseo, y algo así es digno de ver en cualquier circunstancia, también en invierno habría sido una bonita excursión ya que, con el frío, el vapor de agua que se levanta se queda congelado. Así, se forma el llamado "pan de azúcar", una especie de montaña de hielo al pie de estas cataratas. Aquí era donde las señoritingas de la alta sociedad, en tiempos de los primeros colonos, venían a tomar el té; hoy en día es un sitio popular para hacer escalada.
Al final, regresamos al centro y fuimos al albergue a buscar nuestras mochilas. Nos habíamos quedado a dormir en el Albuergue Internacional de Quebec. Es un sitio bueno -para unas pocas noches- y barato. Creo que tiene varios tipos de habitaciones, pero nosotros cogimos la más económica, así que dormimos en unas literas junto con otras 10 personas. De todas formas, como los espacios son muy amplios, no te sientes como en una lata de sardinas. Los baños están limpios y cuidados y son modernos. Además del comedor, también tienen una cocina que cualquier persona que duerma en el albergue puede utilizar. Tiene wifi gratis en las habitaciones y una sala de ordenadores. Además, queda céntrico, cerca de las murallas y del parlamento, pero dentro de la zona antigua. Como no necesitamos reponer fuerzas después del ascenso por las interminables escaleras de las cataratas, porque ya habíamos cargado las pilas anteriormente, fuimos a la estación de autobuses y volvimos a "casa".
Lo dicho... hay que volver en invierno para contemplar "el pan de azúcar". Hasta pronto.
ResponderEliminarIf you go walking to the top of cataract is good idea regain strength in Kent House, Bristro Café; The brunch is not superior but it is equally acceptable.
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