La basílica Notre Dame

Esta semana, nada de excursiones alocadas. Es hora de sentar la cabeza, así que me propuse aprender un poco de historia. 

No es que esté loca o que me haya olvidado de tomar la pastilla, es que el martes, al salir del laboratorio fui a ver el espectáculo de luz y sonido que hay en la Basílica Notre-Dame de Montreal, que narra la historia del nacimiento de la ciudad de Montreal y de la construcción de la Basílica. A los lados de la nave principal cuelgan telas blancas y se proyectan diferentes vídeos, al tiempo que la voz del espíritu de James O'Donnell, el arquitecto, cuenta cómo la ciudad pasó de Ville-Marie a Montreal y como la pequeña capilla de madera que se construyó en 1672 pasó a ser la Basílica de Notre-Dame. La verdad es que no es una historia muy interesante; en resumen, se fundó Ville Marie cuando llegaron los primeros franceses y construyeron la capilla. Después, la aldea fue creciendo poco a poco hasta convertirse en ciudad, de forma que la capilla fue sustituida, respondiendo al incremento de habitantes, por otra más grande anexa al hospital y, finalmente, se decidió construir Notre-Dame. No hay giros ni aventuras, más allá de las dificultades que se encontraron los colonos para sobrevivir en los duros inviernos y un roce que hubo con los indios al principio, aunque no debió de ser muy importante. Después de aprender un poco de historia, tuvimos unos minutos para observar con nuestros propios ojos los complicados adornos en madera y las vidrieras, que representan la historia que acabábamos de escuchar.  


Cuando terminamos, volví rápidamente a casa para volver a estudiar, pero esta vez algo más importante; al día siguiente haría una presentación sobre el proyecto en el que estuve trabajando estas semanas -que al final fue bien, por si os interesa saber el final de mi propia historia particular. 


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