Adrenalina

Creo que el sábado fue uno de los días más calientes y húmedos de mi vida. En primer lugar, por la mañana fuimos a tomar un brunch ya que, al parecer, es muy típico de los canadienses ir a tomar un brunch por ahí el fin de semana. Así que a eso de las 11:00 nos dirigimos a un Eggspectation. Se trata de una cadena de restaurantes que sirven desayunos, brunch, comidas… En resumen, puedes ir a cualquier hora y pedir lo que quieras. Como se trataba de vivir la vida canadiense, yo tomé un plato contundente de bagels, bacon, huevos, queso fundido por encima, patatas fritas y frutas, junto con un vaso de zumo de naranja recién exprimido.


Con los estómagos llenos, Emily y yo cogimos el metro hacia el parque Jean Drapeau. Además de que siempre vale la pena ir allí porque, sobre todo los fines de semana, es un hervidero de gente, también es donde se encuentra el parque de atracciones La Ronde. Pasamos todo el día allí. Era un día muy caliente y muy húmedo, por lo que no había demasiada gente y pudimos subir a todas y cada una de las montañas rusas: una que está a oscuras simulando las entrañas de un dragón, otra en la que vas de espaldas, otra en la que vas de pie, otra en la que parece que te vas a golpear en la cabeza con su estructura de madera… Alguna de ellas es la más rápida de Canadá pero, para ser francos, no sé cual porque a mí todas me parecieron alucinantes. Me lo pasé en grande, y no solo en las montañas rusas; también probé las sillas que dan vueltas, una rueda que giraba a la vez que subía y bajaba, la noria –que no fue muy emocionante, pero sirve para dejar que la adrenalina regrese a niveles basales- el tobogán de agua.
Ingenua de mí, me planté allí por la mañana con mi botellín de agua que, a la media hora, estaba vacío. Parecía que el plástico se iba a fundir de un momento a otro con el calor así que, al final, terminamos haciendo lo que todo el mundo a nuestro alrededor: compramos un vaso gigante –de aproximadamente 1 L- que se podía rellenar todas las veces que quisiéramos durante el resto del día. Dado que tampoco había fuentes donde rellenar la botella de agua, es la única opción para evitar deshidratarte o gastar 3 o 4 C$ en un refresco que se queda caliente a los dos minutos. Al principio te sientes un poco guiri, porque miras a tu alrededor y ves a todo el mundo con estos vasos gigantes enganchados en la mochila, con su gran pajita y la tapa en forma de cúpula que el Starbucks puso de moda, pero al final terminas rindiéndote y dejándote llevar. 

Al igual que había pasado el viernes por la noche para entrar en la discoteca –si no lo sabes, ponte al día- había dos colas. La mayoría de los mortales esperábamos a un lado a que nos llegara el turno pero, además, existe la opción de comprar una entrada flash. Este tipo de entradas te permiten saltarte la cola. En vez ser un ticket normal, se trata de una especie de tamagochi que la gente llevaba colgado del pantalón o de la mochila, y que les permitía saltarse la cola. Me dio la sensación de que es algo que suele tener, sobre todo, la gente que tiene un pase de temporada y que va más a menudo al parque. 

Gracias al gran vaso, la gorra y una gruesa capa de crema solar sobrevivimos hasta las 22:00 h. en el parque. A esa hora, empezó un espectáculo de fuegos artificiales. El puente Jacques Cartier, que conecta Montreal con la isla Sainte Hélène en la que se encuentra el parque, estaba a rebosar de gente sentada en el borde que había ido hasta allí para ver los fuegos. Resulta que, cada sábado, hay una exhibición de fuegos artificiales, luces y sonido, cada semana representando un país diferente. Justamente esta semana tocaba Canada y, aunque al día siguiente en el laboratorio me dijeron que fueron los peores hasta ahora, a mí me encantó. Consiguieron que el ruido de las bombas y los fuegos artificiales se sincronizara con las canciones que pusieron a todo volumen desde el puerto. Todo el mundo estaba en silencio escuchándolos y, poco a poco, la tierra empezó a iluminarse con las pantallas de los móviles y las cámaras de fotos, de modo que, desde lejos, parecía que había fuegos artificiales en el cielo y estrellas en el suelo.

Ni que decir tiene que, después de un día tan intenso, solo me quedaron energías para arrastrarme hasta mi habitación, darme una ducha y dormir como un bebé hasta el día siguiente. 

1 comentario:

  1. ¡Que gozada! Bueno ya sabes que Santi estaba pendiente de ese parque de atracciones y creo que, por lo que cuentas y las fotos, ha superado las expectativas. Menos mal que te tenemos de enviada especial ahí. En cuanto a los fuegos artificiales, o como yo les llamo PETARDOS, nada comparado con los de Bouzas (que por cierto también fueron el fin de semana). Estoy ansioso por ver tu siguiente “misión”.

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