You cannot regret, what you cannot remember



What you cannot regret, what you cannot remember (no puedes arrepentirte de aquello que no recuerdas). Este era el eslogan con en el que un bar pretendía captar clientes el viernes por la noche. Interesante, pero la verdad es que no tenía mucho éxito. Caminar por Crescent Street un viernes por la tarde, con las terrazas de los restaurantes terminando de servir las cenas, y las de los bares empezando a servir copas, es la mejor forma de subir los ánimos para una noche de fiesta. 
Sin embargo, lo de beber hasta no recordar nada, cuando aún ni siquiera se había puesto el sol, tampoco era una idea muy apetecible, así que, para calentar motores, Emily me invitó en su residencia a un plato de pasta al pesto.

De postre, nos fuimos a Nickel’s, en la Rue Ste. Catherine, a tomar un trozo de tarta de oreo acompañada de nata y sirope de chocolate. El viernes pasado, buscábamos un local donde comer algo antes de ir a bailar un poquillo y nos encontramos con este sitio para cenar. Es un restaurante decorado estilo Rock’n Roll, con fotografías en blanco y negro en las paredes, baldosas de cuadros blancos y negros, bancos acolchados en lugar de sillas -estos eran azules, no blancos y negros- y buena música de fondo. La guinda del pastel es el menú que, como era de esperar, ofrece una gran variedad de calorías con patatas fritas, calorías azucaradas con gas para beber y calorías con nata y chocolate de postre. La semana pasada, cuando fuimos por primera vez, no pudimos con el postre, así que lo dejamos para más tarde, y hoy fuimos a saldar nuestra cuenta pendiente.



Desgraciadamente, no hay combustible más eficiente que la grasa: comes un poco de más y se acumula durante tanto tiempo que tienes que estar quemando horas en el gimnasio hasta que finalmente la consumes. Así que era hora de hacer un poco de ejercicio, y para ello nos fuimos a una discoteca muy popular –y con razón- en Montreal: altitude 737. Se encuentra en lo alto de una torre en la plaza Villa María, en el centro de la ciudad. Cuando llegamos, la cola daba la vuelta a la esquina. Afortunadamente iba bastante rápido, así que media hora más tarde le estaba enseñando el carnet al gorilón de la entrada. Podías aparentar más años que Matusalén, e incluso tenerlos, que aún así les pedía el DNI a todo el mundo, excepto a los que, en vez de esperar la cola, lo sobornaban y entraban sin más ceremonia. Después de dos ascensores, en los que había otro gorilón cuyo trabajo era expresamente para darle al botón de subir y bajar, nos encontramos, por fin, en una azotea desde la que se veía todo Montreal iluminado de noche. Las vistas eran espectaculares, las música estaba bien, bailé mucho y me acuerdo de todo sin arrepentirme de nada así que, en resumen, me lo pasé muy bien.

Un regalo de premio para los que habéis leído hasta el final: en condiciones normales, la entrada cuesta 15 C$, un precio que, sin duda alguna, vale la pena. Sin embargo, si queréis ser más listos que el hambre y entrar gratis, podéis apuntaros en internet, en esta página web. Sin embargo, incluso estando en esta lista tendréis que llegar muy pronto –sobre las 10:00 p.m.- para no encontrar cola. Si dan las 11:30 p.m. y aún no habéis entrado, bien porque tenéis que esperar en la fila o bien porque llegáis tarde directamente, tendréis que pagar aunque estéis en la lista. 

Pero la fiesta no termina aquí, porque cuando fui a postear esta entrada me encontré con que ya sois más de 1300 los que habéis pasado por aquí! Así que os dejo con Rhianna, a celebrar el primer mil-visitenio del blog. Intentaré seguir contándoos cosas interesantes y divertidas, porque ahora que empecé, no puedo parar...

2 comentarios:

  1. Your photographs are more beautiful than the photos of the official page. I'm amazing in club 737. Bye

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  2. Me puedo imaginar el ambiente de tapeo y cenas en mesas al aire libre. Ya sabes mi debilidad ... solo tengo que pensar en "la piedra" de ...

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