Es una costumbre
internacional aprovechar el sábado para dormir hasta cuando el cuerpo aguante,
pero siempre hay un límite: la hora de comer. Sin embargo, como aún tenía un
poco de lío con los horarios, me equivoqué y me levanté para comer a la hora
española, es decir, las 08:00 hora de Montreal. Después de arreglar un poco la
habitación, cuidarme un poco y tomar una especie de brunch, casi me despisto y
llego tarde a la excursión que tenía programada con Emily: visita la zona de
Hochelaga-Maisonneuve.
El metro nos dejó justo
enfrente del Parque Olímpico y la Torre de Montreal. Ambos fueron construidos
para los Juegos Olímpicos de 1976. Los diseñó el arquitecto francés Roger
Taillibert. La torre de Montreal es la torre inclinada más alta del mundo. Yo
pensaba que era la de Pisa, pero solo está inclinada 5⁰, frente a los 45⁰ de la Torre de Montreal que,
además, mide 175 m. de alto. Está hecha de cemento hasta un poco más de la
mitad, y a continuación de acero. En lo alto de la torre se encuentra una gran
sala redonda con paredes de cristal, llamada el Observatorio, desde la que se
abre una vista espectacular de Montreal de hasta 80 km a la redonda. En el
laboratorio me han contado que también hay una sala de conferencias que
alquilaron un año para una charla; supongo que es tan impresionante como la que
vi yo, pero sin turistas amontonados ni tienda de recuerdos. Para subir, se
utiliza un funicular que alcanza los 2 m/s, de forma que hace el trayecto en
menos de 2 min. Es el único funicular que circula sobre una superficie curvada
e inclinada, por lo que necesita un sistema hidráulico especial para mantener
la cabina siempre horizontal. En
temporada alta, puede hacer hasta 100 subidas y bajadas al día –para desgracia
del “conductor”.
Cuando bajamos, fuimos a
ver el Biodôme. Se trata de una especie de museo de los ecosistemas
canadienses. Es un complejo divido en Selva Tropical, Bosque de Arces, Golfo de
San Lorenzo y Regiones sub-polares. Se pueden ver más de 750 tipos diferentes
de plantas, junto con aproximadamente 230 especies diferentes de animales que,
en su mayoría, campan a sus anchas –al pasar por la zona de los pájaros todos
nos tapamos la cabeza con la publicidad del Biodôme, por si acaso caían
proyectiles, pero los animales están bien amaestrados y no hubo fuego hostil.
A continuación, cruzamos
una esquina del Parc Maisonneuve, un parque en el que se pueden hacer todo tipo
de deportes -incluso tiene un campo de golf municipal de 9 hoyos-, para ir al
Insectarium. En el Insectarium se encuentran más de 160.000 especímenes vivos o
disecados de insectos, así que para mí fue una experiencia similar a una casa
de los horrores: sabía que los animales estaban muertos o detrás del cristal,
al igual que se sabe que los fantasmas y las brujas son solo gente con disfraces,
pero aún así daba repelús acercarse a las vitrinas, al igual que tienes el
corazón en un puño hasta que no dejas atrás los zombis y los Frankensteins. Del
Insectarium me quedo, sin embargo, con una bonita leyenda australiana que
cuenta cómo se crearon los primeros digeridoos,
que son como flautas enormes –la tenéis entre las imágenes.
Por último, pero no menos
importante –de hecho, fue mi parte preferida del día- visitamos el Jardín
Botánico. Es uno de los más grandes del mundo; ni siquiera nos dio tiempo de
verlo entero, ya que tiene, además de exposiciones, 30 jardines temáticos. Los
más populares, que también en mi opinión son los más bonitos, son el jardín
Japonés, el Chino y el de las “Primeras Naciones” (Firsts Nations). Al final –o a la entrada, depende de la puerta por
la que se empiece el recorrido- se encuentra el Centro de la Biodiversidad de
la Universidad de Montreal, aunque no lo visitamos.
Cuando ya empezaba a
notar que podía hacer la fotosíntesis, regresamos a la civilización para prepararnos
para una noche de fiesta pero, como esta es otra historia, os la cuento en un
post diferente. Si alguna vez vais a
visitar esta zona, existen bonos para los 4 sitios que yo visité
(Torre, Biodôme, Insectarium y Jardín Botánico) y, por separado, para la Torre,
el Biodôme y el Jardín Botánico. Cuando se compra por separado la entrada de
este último, también está incluido el Insectarium. Hay precios especiales para
los más pequeños y los mayores. También hay descuentos especiales para los
universitarios, pero es necesario presentar la tarjeta universitaria -a mí, con
la de la USC, me hicieron el precio especial, así que no tiene que ser ninguna
en concreto. Es muy útil en Canadá llevar una tarjeta universitaria siempre
encima, porque suele haber precios especiales en casi todo, incluso en los
autobuses entre diferentes ciudades.
Como siempre nos encantan tus fotos!! Que envidia!!!
ResponderEliminarQue bonitos lugares!
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