El síndrome post-erasmus

Un año -un año y 12 días, para ser exactos- después de subirme a un avión con destino Alemania acompañada de dos grandes maletas, una mochila y una gran bolsa de viaje, cerrar el año de Erasmus con una entrada en el blog parece que roza el ridículo. Me senté ante la página en blanco con la intención de hacer un resumen que explicara que la poca cantidad de entradas, de fotos y de visitas a casa se debe a la gran cantidad de experiencias y buenos momentos que he pasado. Sin embargo, después de media hora no había escrito una sola palabra, y no solamente por la falta de práctica -que también. ¿Por dónde empezar? 377 días -muchos buenos y otros no tan buenos- no caben en una entrada de blog, por muchos caracteres que tenga a mi disposición. Empezar por el principio no funcionaba -aquel día más de un año atrás pertenece en mi biografía al lejanísimo capítulo de “antes de Alemania”- así que empecé por el final.

El grajo vuela rozando el suelo en Tübingen

Algo grave ocurre últimamente. Es una sensación indescriptible y espeluznante, que pone la piel de gallina. Atraviesa la ropa, la piel y se cuela hasta los huesos, paralizando por completo. Las articulaciones se bloquean y se pierde la capacidad de razonar; los pensamientos son borrosos y fluyen lentamente, como si la mente estuviera nublada. Es imposible dejarla atrás, te acompaña desde el primer momento en que abres los ojos por la mañana hasta que por fin caes dormido por la noche, a donde quiera que vayas, como si fuera tu sombra. Está en boca de todos, no se habla de otra cosa; incluso escriben sobre ello en el periódico. Aquí la llaman saukalt o, lo que es lo mismo, un "frío que pela". 


(Neckarbrücke de noche, es decir, cualquier hora a partir de las siete de la tarde en diciembre)


Vacaciones "en casa"

Como ya comenté -de pasada- en la entrada sobre Freiburg, las vacaciones en la Universidad de Tübingen son muy -no diré que demasiado, porque demasiado nunca es suficiente para unas vacaciones- largas. De la noche a la mañana, la ciudad se vació de estudiantes. Incluso los americanos, que queman dos días con el viaje de ida y otros tantos con el de vuelta, decidieron regresar a sus casas. Aquí nos quedamos algunos especímenes extraños dedicándonos a trabajos, viajes cortos por los alrededores o, como en mi caso, cursos para mejorar el alemán. Aunque el curso fue muy efectivo -ahora ya no suena tanto a chino, sino más bien a ruso- al final sentía una necesidad imperiosa de volver a mi casa, mi habitación y mi cama, con cocina propia, platos del mismo tamaño y cubiertos de la misma vajilla y -lo mejor de todo- la cocina de mi madre. 

Comienzo de semestre en Freiburg


El semestre de verano por fin ha empezado. Después de unas vacaciones de casi dos meses Tübingen ya no parece una ciudad fantasma los fines de semana, las carpetas empiezan a abultarse con pilas de fotocopias y los autobuses por la mañana vuelven a ir llenos como latas de sardinas. Al igual que a nosotros, que nos cuesta levantarnos con el despertador de nuevo, parece que la primavera se retrasa. Cada semana tenemos un miércoles y jueves de verano, pero luego vuelven a caer las temperaturas y regresa la lluvia. Solo hay una costumbre que no hemos perdido: la de dejar los trabajos y los exámenes para el último momento. Por eso el pasado fin de semana, a pesar del mal tiempo, decidimos visitar Freiburg, una de las ciudades cerca de Tübingen que todavía seguía en nuestra lista de tareas pendientes. 

Vacaciones de Navidad

Ya comenté hace tiempo -más del que puedo reconocer sin avergonzarme- que yo hago de perder cosas un deporte de élite y, tras muchos años de práctica, he adquirido la costumbre de esperar hasta que regrese lo que tenga que regresar. Así que, por fin, a finales del año pasado apareció la tarjeta donde tenía guardadas las fotos. Pero como me gusta vivir al límite, en vez de vaciarla inmediatamente, la metí inmediatamente en la cámara y la seguí llenando con nuevas fotos de estas vacaciones hasta dejarla a rebosar. Y es que en vez de viajar yo a casa, estas Navidades mi casa viajó a mí y, no contentos con ello, nos quedamos en Tübingen apenas lo suficiente para dar un paseo por la zona antigua. 

Sin título