Ha
llegado el momento de despedirse de Montreal. Todavía no he decido si es por suerte o por desgracia, así que os dejo con una canción un poco triste que habla de una historia que termina, porque mis padres ya están lo suficiente contentos de que vuelva a casa y hace falta la nota melancólica para no faltar al cliché. Esta mañana tenía tres horas descolgadas antes de ir al aeropuerto en las que no me quedaba nada por
hacer, así que decidí darme un último paseo por el centro.
Mientras caminaba, me iba dando cuenta de todas las cosas que me gustan y que
no me gustan de esta ciudad, las que echaré de menos y las que no. Voy a
echar de menos...
...
Mucho: las baldosas lisas, sin dibujos, porque por estas aceras lisas que
tienen en Montreal es mucho más fácil andar con tacones.
...
Mucho: la gente que canta por la calle. Incluso cuando tienes un mal día, te hace mucha gracia ver a la gente tan metida en sus
pensamientos que ni siquiera se oye a sí misma berrear en medio del tráfico.
... Poco:
el viento en los túneles del metro. No sé como es posible, pero el viento artificial que se forma en
el metro siempre es agobiante después del aire acondicionado de
los centros comerciales.
...
Mucho: el partido de croquet que los indios juegan todos los días alrededor de las 17:00 en el patio de un instituto.
Siempre los veía jugar a través de la valla y aminoraba el ritmo a propósito, porque como no sé nada de croquet, para mí es un misterio eso de que se pasen unos a otros la pelota,
la golpeen con un palo, echen a correr... Es una especie de baseball, supongo.
...
Mucho: estar en la cola del supermercado con un chico delante que habla árabe por teléfono, una chica detrás que habla chino con su amiga, el cajero que te habla en
francés y tú que respondes en spanglish. Hay tantas culturas diferentes
juntas en Montreal que no te sientes demasiado extranjero.
...
Mucho: las ardillas en los árboles al lado de la
residencia, tan acostumbradas a la gente que ni siquiera escapan.
... Poco:
el mapache que me encontré revolviendo en la basura una
noche que volvía tarde a la residencia.
... Poco:
el peligro de ser atropellada no solo por los coches, sino también por las bicicletas que, cuesta abajo, alcanzan
velocidades vertiginosas -de hecho, a veces ponen multas a los ciclistas por
exceso de velocidad.
... Ni
mucho ni poco: sentir que tu estómago empieza a pedir la cena,
mirar el reloj y ver que son las 18:30.
...
Mucho: los camareros en los restaurantes, que vienen un poco después de servirte, te rellenan el vaso de agua y te preguntan
si todo está bien y si te gusta la comida.
... Poco:
los camareros que te preguntan inocentemente cuánto
quieres de cambio y los que, cuando eres cutre con la propina, te miran con
mala cara y susurran entre dientes que "la propina suele ser el 15%".
...
Mucho: la gente que se pone pacíficamente en la cola del bus,
sin que ni siquiera las señoras mayores se cuelen, al
contrario que en cierto sitio que no voy a mencionar -porque los habitantes de
Santiago se sentirían aludidos- en que las señoras mayores, y no tan mayores, le echan mucho morro cuando
se trata de esperar al bus los días lluviosos.
...
Mucho: la wifi gratis en todas partes: cafeterías,
tiendas, calles, centros comerciales... Incluso los autobuses, tanto urbanos
como interurbanos.
... Poco:
la wifi del centro comercial Alexis Nihon, que no me deja entrar en mi propio
blog porque dice que es una página web ilegal...
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Mucho: la señal al lado de mi residencia,
que pide silencio por ser una zona residencial.
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Mucho: el sistema de reciclaje. Todo lo que se pueda reciclar se echa en un
cubo y, lo que no, en otro. Luego ya se encargan de separarlo -así no te tienes que romper la cabeza con quince cubos
diferentes en la cocina, pensando en si tienes que tirar algo al contenedor
azul o amarillo.
...
Mucho: los tíos buenos que salen del
gimnasio que hay al lado de mi residencia sin camiseta. Y poco: los que lo
hacen, pero deberían pasar más horas en el gimnasio antes.
...
Mucho: la poutine y las queue de castor. Y poco: la sensación después de comer una poutine o unas queue de castor.
... Poco:
las guías de los museos y casi
cualquier otro sitio cerrado o con mucha gente, porque lo primero que hacen es
indicarte donde están las salidas de emergencia.
...
Mucho: las barras verticales blancas, rojas y azules girando en las puertas de
las barberías y peluquerías.
...
Mucho: poder ir de excursión al monte, en pleno centro de
la ciudad.
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Mucho: las torres que, si no lo son, poco les falta para llegar a rascacielos.
...
Mucho: el efecto Phineas & Ferb. ¡Siempre hay algo que hacer en
Montreal!
...
Mucho: el ice capuchino del Tim
Hortons.
...
Mucho: la limonada del Tim Hortons.
...
Mucho: los bagels de sésamo del Tim Hortons.
...
Muchísimo -ya se nota-: el Tim Hortons.
... Poco:
las farmacias que también venden paraguas -el
Pharmprix- y los todo a cien que también venden patatas fritas, zumos
y comida en conserva -el Dollarama. No hay ninguna razón en especial, pero me generan desconfianza.
...
Mucho: la gente, que es casi siempre muy amable.
...
Mucho: los rollos de masa que se compran en el súper,
se cortan en rodajas, se meten en el horno y se convierten en cookies. Yo no
los probé, porque una chica de la
residencia hacía unas pocas todas las tardes
y olían tan bien que me daba miedo
engancharme yo también.
...
Mucho: la tarta de zanahoria que se queda en Montreal, mientras que yo me
traigo un par -o tres- kilos de más, y no precisamente en el
equipaje.
...
Mucho: los monjes budistas -al menos, son hombres calvos vestidos como fueran
monjes budistas- que cenan en el McDonald's; te hace pensar que si hasta ellos
pueden, no pasa nada si un día caes en la tentación de una McBistro -pan "artesano", pollo a la
plancha sin rebozar, champiñones y queso fetta, junto con
la sensación de hacer algo que no deberías... Cualquiera diría que si me pongo así por una hamburguesa, mejor no pensar en como estaría si atracara un banco.
...
Mucho: pasear de noche en pantalón y manga corta.
... Poco:
las zapaterías y otras tiendas. Es muy difícil resistirse a la tentación
de comprar ropa hasta que la tarjeta de crédito pida papas.
...
Mucho: la Rue Ste. Catherine, el boulevard de Maisonneuve y Avenue de McGill.
... Poco:
cuando dices que eres española y te responden "¡Paela! ¡Tortila!" y luego se ríen como si fuera lo más gracioso del planeta.
...
Mucho: esas calles tan largas que tienen su propia línea de autobús o metro -la 144 para Avenue des Pins, la verde para Rue Ste Catherine...
... Poco:
cuando alguien no saca la basura en el momento y/o lugar apropiado. Simplemente
la dejan ahí hasta que es el día de la recogida y le ponen una pegatina a las bolsas
"echando la bronca" al dueño.
...
Mucho: J walking. Me hace mucha
gracia que tengan una palabra especialmente para decir "cruzar cuando está prohibido", pero aquí
es tan común que supongo que la
necesitan. No sé en que momento se les pasó por la cabeza que cruzar una calle de cuatro carriles
cuando está prohibido puede ser
medianamente normal, pero al final todo es cuestión
de costumbre.
...
Algunas veces mucho y otras poco: calcular los metros -o quilómetros- que quedan para llegar según el número de las casas, que indican
la distancia en metros hasta el principio de la calle. Esto algunas veces anima
y otras desmoraliza.
Así que con este sabor agridulce que dejan los hasta pronto -no digo adiós, porque estoy segura de que volveré en algún momento-, os dejo una foto que se me venía ayer a la mente cuando anoche caminaba de vuelta a casa para hacer la maleta, porque cuando la saqué me pareció que el sol se estaba despidiendo de la ciudad.
Así que con este sabor agridulce que dejan los hasta pronto -no digo adiós, porque estoy segura de que volveré en algún momento-, os dejo una foto que se me venía ayer a la mente cuando anoche caminaba de vuelta a casa para hacer la maleta, porque cuando la saqué me pareció que el sol se estaba despidiendo de la ciudad.